El día 28 de noviembre, profesorado y alumnado de 3ºESO de Bizarain BHI (Rentería), asistiremos a una representación teatral inspirada en la obra de Calderón de La Barca, La vida es sueño en el colegio de Santa Teresa en el barrio del Antiguo (Donostia).
Después de ver la obra, te proponemos que redactes una crítica teatral.
Disfruta de la representación siendo un espectador atento y analítico: exponer y argumentar tu opinión es un modo de aprovechar la experiencia con más intensidad y nos permite compartir nuestras opiniones y conocer otros puntos de vista.
Para ello te damos algunas indicaciones que pueden orientarte sobre el modo de escribirla y un ejemplo que puedes tomar como modelo:
Después de ver la obra, te proponemos que redactes una crítica teatral.
Disfruta de la representación siendo un espectador atento y analítico: exponer y argumentar tu opinión es un modo de aprovechar la experiencia con más intensidad y nos permite compartir nuestras opiniones y conocer otros puntos de vista.
Para ello te damos algunas indicaciones que pueden orientarte sobre el modo de escribirla y un ejemplo que puedes tomar como modelo:
Soy comentarista teatral
Plantilla de escritura
- Redáctala desarrollando cada idea en un párrafo y teniendo en cuenta aspectos como los siguientes:
- Introducción: Obra representada, lugar y fecha de la representación.
- Tema de la obra (resulta interesante ¿por qué?)
- Desarrollo de la trama: (¿consigue mantener el interés? ¿por qué? ¿Resulta larga? ¿Hay alguna parte que resulta más entretenida?)
- Interpretación (¿Han sido convincentes los actores, han sobreactuado, han tenido fallos? ¿Ha destacado alguno en especial? ¿Por qué?)
- Puesta en escena (comenta qué te ha parecido el escenario, el decorado, el vestuario. la iluminación, la música.)
- Conclusión ¿recomiendas esta representación? ¿por qué?
Ejemplo
Aquí tienes un ejemplo de una crítica teatral (en este caso se trata de una obra que adapta la novela de Julio Llamazares, La lluvia amarilla):
La lluvia amarilla, novela que inspira este espectáculo, se nutre del humus de los relatos populares contados al amor de la lumbre: es igual de sencilla. Julio Llamazares, su autor, hace la crónica del abandono de un pueblo del Pirineo aragonés y del enloquecimiento progresivo del pastor Andrés de Casa Sosas, su último habitante.
En la adaptación escénica de José Ramón Fernández, condensada y fiel, el peso del relato en primera persona cae sobre Chema de Miguel, su intérprete único, que hace una composición física excelente del protagonista solitario. Emilio del Valle, el director, le ha marcado que permanezca durante todo el espectáculo sin pestañear, con los ojos desorbitados, cosa que el actor hace muy bien, pero sin modular su actitud permanentemente enfebrecida: es idéntica de principio a fin, lo mismo cuando relata las cosas más prosaicas que cuando ve aparecer un fantasma.
Igual que Llamazares pone un vocabulario culto en boca de un pastor, Del Valle hubiera podido diseñar una puesta en escena menos naturalista, para que el drama pase mejor. Lo intenta con unos intermedios musicales en vivo de Francisco Lumbreras, que suavizan la interpretación de Miguel, una octava más baja de lo que en él sería natural. Aunque Casa Sosas nos hable desde su último día de vida y cuanto diga esté coloreado por su locura, en ciertos momentos se le podría haber marcado un registro llano o puramente narrativo, para crear contrastes. La escenografía de Francisco Ramírez es sencilla, poética y evocadora.
En la adaptación escénica de José Ramón Fernández, condensada y fiel, el peso del relato en primera persona cae sobre Chema de Miguel, su intérprete único, que hace una composición física excelente del protagonista solitario. Emilio del Valle, el director, le ha marcado que permanezca durante todo el espectáculo sin pestañear, con los ojos desorbitados, cosa que el actor hace muy bien, pero sin modular su actitud permanentemente enfebrecida: es idéntica de principio a fin, lo mismo cuando relata las cosas más prosaicas que cuando ve aparecer un fantasma.
Igual que Llamazares pone un vocabulario culto en boca de un pastor, Del Valle hubiera podido diseñar una puesta en escena menos naturalista, para que el drama pase mejor. Lo intenta con unos intermedios musicales en vivo de Francisco Lumbreras, que suavizan la interpretación de Miguel, una octava más baja de lo que en él sería natural. Aunque Casa Sosas nos hable desde su último día de vida y cuanto diga esté coloreado por su locura, en ciertos momentos se le podría haber marcado un registro llano o puramente narrativo, para crear contrastes. La escenografía de Francisco Ramírez es sencilla, poética y evocadora.