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En la primera temporada de El Cid, se representa un tiempo muy breve en la vida del personaje. Lo que vemos es a un Rodrigo Díaz iniciático, en los años finales de la adolescencia o primeros de la edad adulta.
Su padre, Diego Laínez, acaba de morir en la batalla de Atapuerca (1054) y un Rodrigo niño llega a la ciudad de León, capital del reino e imperio leonés, para formarse como caballero, debiendo para ello ir superando una serie de etapas en ese proceso formativo: paje-escudero-caballero. |
El título de caballero era una dignidad que exigía esfuerzo y mérito. El manejo del equipo del caballero, bien reflejado por la serie, consistente en loriga (túnica de cota de malla), escudo, yelmo, espada, lanza, daga y caballo requería un entrenamiento intenso y constante. El aprendiz debía ejercitarse durante muchas horas junto a caballeros veteranos, que actuarían al modo de maestros, para llegar mínimamente a dominar ese equipamiento complejo y realmente pesado, una panoplia que podía sumar la cifra de unos 25 o 30 kilos de hierro. La serie nos ofrece óptimas recreaciones de ese proceso formativo, de esa carrera en la que un mozo de cuadra pasaba a escudero y de ahí a caballero.
PERSONAJES
Los protagonistas de la serie son las principales figuras históricas que conocemos en los primeros años de la década de los sesenta del siglo XI, donde van a centrarse la mayor parte de las tramas.
REALEZA
Fernando I que cuenta ya con una edad relativamente avanzada. Le acompaña su esposa Sancha, hija de Alfonso V de León, hermana de Bermudo III de León el Mozo, muerto muy joven en la batalla de Tamarón (1037), acontecimiento transcendental que es mencionado.
Los hijos de los reyes leoneses, Urraca, la primogénita, su hermana Elvira, más joven, Sancho, futuro Sancho II de Castilla, Alfonso, futuro Alfonso VI de León y Castilla, García, el más pequeño de los hermanos varones, van dando muestras de una personalidad acorde con la que nos muestran las escasas fuentes disponibles.
La familia real está bien caracterizada, destacando dos figuras femeninas, Sancha y Urraca, y también el rey Fernando. Entre los príncipes, además de Urraca, destaca el protagonismo de Sancho, quien pronto confraterniza con el joven Rodrigo, acogiéndolo bajo su protección.
Los hijos de los reyes leoneses, Urraca, la primogénita, su hermana Elvira, más joven, Sancho, futuro Sancho II de Castilla, Alfonso, futuro Alfonso VI de León y Castilla, García, el más pequeño de los hermanos varones, van dando muestras de una personalidad acorde con la que nos muestran las escasas fuentes disponibles.
La familia real está bien caracterizada, destacando dos figuras femeninas, Sancha y Urraca, y también el rey Fernando. Entre los príncipes, además de Urraca, destaca el protagonismo de Sancho, quien pronto confraterniza con el joven Rodrigo, acogiéndolo bajo su protección.
Uno de los aspectos que más llamativos de la serie El Cid es el tratamiento y construcción de ciertos personajes femeninos. Destacan la reina Sancha y la infanta Urraca, son los dos personajes más importantes de esta primera temporada de la serie, discutiendo incluso el protagonismo a Ruy Díaz.
Se aprecia una reflexión sobre la naturaleza y los límites del poder femenino en el periodo, muchas veces soslayado, incluso ignorado. Una de las grandes virtudes de la serie es situar a las mujeres en el lugar del que los testigos de su tiempo intentaron apartarlas. La mujer tenía más poder de lo que hoy día podemos llegar a entender.
Y es que las mujeres de la realeza y la aristocracia de finales del siglo XI tenían posibilidades de ejercer un cierto poder, aunque en la mayor parte de los casos fuese de una forma oculta, soterrada, escondida. Estamos en un tiempo en el que es inconcebible que sea reina y no consorte, que una mujer asuma el título real como titular, como reina o “imperatix”.
Porque el mundo del siglo XI no es un mundo de mujeres, es un mundo de hombres, profundamente marcado por la guerra y la caballería, por el influjo intelectual de una Iglesia que bebía en unos autores grecolatinos misóginos. La Edad Media no inventó la misoginia, la asumió y la reinterpretó, y la llevó a la práctica. Las mujeres, no obstante, tuvieron sus márgenes, sus canales para hacer efectivo un poder que atesoraban. Las mujeres transmitían sangre, y permitían perpetuar dinastías, además, eran las encargadas de gestionar el patrimonio de sus esposos cuando marchaban a la guerra, cosa que era realmente frecuente. Alguien tenía que quedarse al cargo del gobierno del señorío, de la administración de las ganancias de la tierra y del trabajo de los campesinos que las trabajaban. En ese sentido, el papel de la mujer sería esencial a finales del siglo XI en particular, y a lo largo de la Edad Media en general. Las mujeres no luchaban vestidas con armaduras, empuñando lanzas y espadas, vistiendo lorigas y embrazando escudos, pero eran imprescindibles para asegurar el patrimonio del marido que partía a la guerra.
Se aprecia una reflexión sobre la naturaleza y los límites del poder femenino en el periodo, muchas veces soslayado, incluso ignorado. Una de las grandes virtudes de la serie es situar a las mujeres en el lugar del que los testigos de su tiempo intentaron apartarlas. La mujer tenía más poder de lo que hoy día podemos llegar a entender.
Y es que las mujeres de la realeza y la aristocracia de finales del siglo XI tenían posibilidades de ejercer un cierto poder, aunque en la mayor parte de los casos fuese de una forma oculta, soterrada, escondida. Estamos en un tiempo en el que es inconcebible que sea reina y no consorte, que una mujer asuma el título real como titular, como reina o “imperatix”.
Porque el mundo del siglo XI no es un mundo de mujeres, es un mundo de hombres, profundamente marcado por la guerra y la caballería, por el influjo intelectual de una Iglesia que bebía en unos autores grecolatinos misóginos. La Edad Media no inventó la misoginia, la asumió y la reinterpretó, y la llevó a la práctica. Las mujeres, no obstante, tuvieron sus márgenes, sus canales para hacer efectivo un poder que atesoraban. Las mujeres transmitían sangre, y permitían perpetuar dinastías, además, eran las encargadas de gestionar el patrimonio de sus esposos cuando marchaban a la guerra, cosa que era realmente frecuente. Alguien tenía que quedarse al cargo del gobierno del señorío, de la administración de las ganancias de la tierra y del trabajo de los campesinos que las trabajaban. En ese sentido, el papel de la mujer sería esencial a finales del siglo XI en particular, y a lo largo de la Edad Media en general. Las mujeres no luchaban vestidas con armaduras, empuñando lanzas y espadas, vistiendo lorigas y embrazando escudos, pero eran imprescindibles para asegurar el patrimonio del marido que partía a la guerra.
NOBLEZA
Flaín, conde de León, personaje influyente del momento, antiguo vasallo de Bermudo III de León, y que parece estar inspirado en el Flaín Fernández histórico, perteneciente a la poderosa familia Flaínez, de la que también pudo formar parte el padre de Rodrigo Díaz. Esta posible vinculación secundaria de Rodrigo Díaz con los Flaínez es tal vez sugerida, no afirmada, en la serie, con la figura de un abuelo que lo acompaña y mantiene buenas relaciones con el conde Flaín.
El conde Flaín tiene un hijo llamado Orduño, quien pronto entrará en conflicto con el joven Rodrigo. La inspiración histórica de este Orduño es García Ordóñez, llamado Bocatuerta por algunos autores musulmanes, y que será figura esencial en la corte de Alfonso VI cuando reine e impere en León y Castilla.
Flaín Fernández y García Ordóñez no fueron padre e hijo, tratándose esta asociación una concesión a la ficción en la serie.
El conde Flaín tiene un hijo llamado Orduño, quien pronto entrará en conflicto con el joven Rodrigo. La inspiración histórica de este Orduño es García Ordóñez, llamado Bocatuerta por algunos autores musulmanes, y que será figura esencial en la corte de Alfonso VI cuando reine e impere en León y Castilla.
Flaín Fernández y García Ordóñez no fueron padre e hijo, tratándose esta asociación una concesión a la ficción en la serie.
Reyes y caballeros adquieren una importancia capital en esta primera temporada.
Se representa un escenario político complejo: tenemos a un reino de León gobernado por un Fernando I que ha ascendido a esa dignidad gracias a su matrimonio con Sancha Alfónsez y a la muerte de su cuñado Bermudo III, hermano de Sancha, en la batalla de Tamarón (1037). Fernando I, conde de Castilla, recibió el poder de su esposa, que pasaría a convertirse en reina consorte.
Tras la batalla de Tamarón, Fernando hubo de acometer la difícil tarea de controlar la ciudad de León, dominada por linajes aristocráticos fieles al trágicamente fallecido Bermudo III. Algunas de las resistencias nobiliarias a la elevación de Fernando al trono leonés fueron organizadas, precisamente, por miembros de la familia Flaínez, que a lo largo de su reinado protagonizarán episodios de rebeldía contra Fernando, a quien verán como un advenedizo y, quizás también, como responsable de la muerte de su rey Bermudo en los campos de Tamarón.
Fernando era uno de los hijos varones de Sancho Garcés III de Pamplona (muerto en 1035), conocido en nuestros días como “Sancho el Mayor”, el líder cristiano más importante de la península Ibérica en la primera mitad del siglo XI.
El hermano mayor de Fernando era García Sánchez III de Pamplona, quien muere trágicamente en la batalla de Atapuerca (1054), que le enfrenta a su hermano Fernando (I), en un choque en el que la serie sitúa la muerte de Diego Laínez, padre de Rodrigo Díaz. Es posible que los acontecimientos se hubieran producido así, también es posible que no, pero la serie es, recordemos, ficción histórica.
Se representa un escenario político complejo: tenemos a un reino de León gobernado por un Fernando I que ha ascendido a esa dignidad gracias a su matrimonio con Sancha Alfónsez y a la muerte de su cuñado Bermudo III, hermano de Sancha, en la batalla de Tamarón (1037). Fernando I, conde de Castilla, recibió el poder de su esposa, que pasaría a convertirse en reina consorte.
Tras la batalla de Tamarón, Fernando hubo de acometer la difícil tarea de controlar la ciudad de León, dominada por linajes aristocráticos fieles al trágicamente fallecido Bermudo III. Algunas de las resistencias nobiliarias a la elevación de Fernando al trono leonés fueron organizadas, precisamente, por miembros de la familia Flaínez, que a lo largo de su reinado protagonizarán episodios de rebeldía contra Fernando, a quien verán como un advenedizo y, quizás también, como responsable de la muerte de su rey Bermudo en los campos de Tamarón.
Fernando era uno de los hijos varones de Sancho Garcés III de Pamplona (muerto en 1035), conocido en nuestros días como “Sancho el Mayor”, el líder cristiano más importante de la península Ibérica en la primera mitad del siglo XI.
El hermano mayor de Fernando era García Sánchez III de Pamplona, quien muere trágicamente en la batalla de Atapuerca (1054), que le enfrenta a su hermano Fernando (I), en un choque en el que la serie sitúa la muerte de Diego Laínez, padre de Rodrigo Díaz. Es posible que los acontecimientos se hubieran producido así, también es posible que no, pero la serie es, recordemos, ficción histórica.
CLERO
El clero está representado principalmente por el obispo Bernardo, encarnado por Juan Echanove.
Este personaje recuerda más a los aguerridos, y posteriores, obispos cluniacenses que a los obispos propios de la época de Fernando I. De hecho, durante el reinado de Fernando I no encontramos documentado ningún obispo que se llamara Bernardo.
Este obispo Bernardo se muestra muy partidario de relacionarse de una manera más hostil y bélica con los musulmanes, proponiendo arrebatarles territorios a través de la “guerra santa”, y abandonar un tanto el régimen alianza con los musulmanes fundamentado en el cobro de parias pagadas por los reyes de taifas.
El obispo Bernardo de la serie recuerda bastante a otro obispo Bernardo, Bernardo de Sédirac, monje cluniacense de origen francés o sajón que en un momento posterior –hacia 1080– se integró en la corte de Alfonso VI, desempeñando primero el cargo de abad del monasterio de Sahagún, el cenobio favorito del rey Alfonso, y después el arzobispado de Toledo, siendo el primer arzobispo de Toledo tras la conquista de la ciudad a los musulmanes.
Un rasgo de los monjes cluniacenses nombrados obispos durante el reinado de Alfonso VI es una idea de guerra santa contra los musulmanes que nos conecta con ciertas opiniones del Bernardo de la serie, y con las ideas de “reconquista pontificia” defendida por los papas del momento.
Este personaje recuerda más a los aguerridos, y posteriores, obispos cluniacenses que a los obispos propios de la época de Fernando I. De hecho, durante el reinado de Fernando I no encontramos documentado ningún obispo que se llamara Bernardo.
Este obispo Bernardo se muestra muy partidario de relacionarse de una manera más hostil y bélica con los musulmanes, proponiendo arrebatarles territorios a través de la “guerra santa”, y abandonar un tanto el régimen alianza con los musulmanes fundamentado en el cobro de parias pagadas por los reyes de taifas.
El obispo Bernardo de la serie recuerda bastante a otro obispo Bernardo, Bernardo de Sédirac, monje cluniacense de origen francés o sajón que en un momento posterior –hacia 1080– se integró en la corte de Alfonso VI, desempeñando primero el cargo de abad del monasterio de Sahagún, el cenobio favorito del rey Alfonso, y después el arzobispado de Toledo, siendo el primer arzobispo de Toledo tras la conquista de la ciudad a los musulmanes.
Un rasgo de los monjes cluniacenses nombrados obispos durante el reinado de Alfonso VI es una idea de guerra santa contra los musulmanes que nos conecta con ciertas opiniones del Bernardo de la serie, y con las ideas de “reconquista pontificia” defendida por los papas del momento.
EL CID: Ruy Díaz el Campeador
Sobre el Rodrigo Díaz de esos años es realmente muy poco lo que conocemos, y es tal vez por ello por lo que los creadores de la serie decidieron que compartiera el protagonismo con otros personajes con los que se relacionó, algunos históricos y otros inspirados en figuras de ese tiempo o del inmediatamente posterior, como los anteriormente mencionados.
Es por ello que esta primera temporada se nos muestra como una historia bastante coral, no focalizando la atención únicamente en el protagonista.
Aun así, se nos muestra a un Rodrigo Díaz cómo el joven que pudo haber sido, con unos rasgos de personalidad que en ese momento se intuyen y que explotarán más adelante. El Rodrigo, “Ruy”, que podemos ver es un muchacho que llega a la corte de Fernando, rey de León, y que inicia ahí su aprendizaje militar, que pronto traba amistad con el hijo varón mayor del rey, el infante Sancho, y que comienza a destacarse por su habilidad con las armas.
Se empiezan a perfilar rasgos de una personalidad que van a manifestarse con intensidad en años posteriores de su trayectoria vital, como su gran capacidad de sufrimiento, de resistencia y de aprendizaje (“aprendes rápido, y eso te llevará muy lejos”). A pesar de los pocos años recorridos, se observa una evolución en el personaje, una maduración que es más psicológica que física. En la corte leonesa recibe un baño de realidad, toma consciencia de que se encuentra en un escalón inferior a otros personajes, y entiende que si quiere igualarse a ellos debe actuar en consecuencia, aprovechando la oportunidad que se le ha brindado.
Rodrigo se nos presenta como un joven que se rebela con contención y respeto hacia la situación social establecida, y eso es algo que, una vez más, vuelve a conectarnos con el personaje histórico. En esos años iniciales no, pero en el futuro Rodrigo Díaz va a demostrar que esa rebeldía contenida va a ser clave para él, para independizarse de un poder superior que pueda controlarlo o aprovecharlo. Ese espíritu libre va a permitirle dejar de ser un vasallo para convertirse en un señor independiente que persigue su propia fortuna y su propio destino. En esta primera temporada de la serie intuimos a un Rodrigo que tiene su propio ideario, una opinión del mundo en el que vive, unas ansias de mejorar su situación y elevarse por encima de su condición, de su punto de partida.
Es por ello que esta primera temporada se nos muestra como una historia bastante coral, no focalizando la atención únicamente en el protagonista.
Aun así, se nos muestra a un Rodrigo Díaz cómo el joven que pudo haber sido, con unos rasgos de personalidad que en ese momento se intuyen y que explotarán más adelante. El Rodrigo, “Ruy”, que podemos ver es un muchacho que llega a la corte de Fernando, rey de León, y que inicia ahí su aprendizaje militar, que pronto traba amistad con el hijo varón mayor del rey, el infante Sancho, y que comienza a destacarse por su habilidad con las armas.
Se empiezan a perfilar rasgos de una personalidad que van a manifestarse con intensidad en años posteriores de su trayectoria vital, como su gran capacidad de sufrimiento, de resistencia y de aprendizaje (“aprendes rápido, y eso te llevará muy lejos”). A pesar de los pocos años recorridos, se observa una evolución en el personaje, una maduración que es más psicológica que física. En la corte leonesa recibe un baño de realidad, toma consciencia de que se encuentra en un escalón inferior a otros personajes, y entiende que si quiere igualarse a ellos debe actuar en consecuencia, aprovechando la oportunidad que se le ha brindado.
Rodrigo se nos presenta como un joven que se rebela con contención y respeto hacia la situación social establecida, y eso es algo que, una vez más, vuelve a conectarnos con el personaje histórico. En esos años iniciales no, pero en el futuro Rodrigo Díaz va a demostrar que esa rebeldía contenida va a ser clave para él, para independizarse de un poder superior que pueda controlarlo o aprovecharlo. Ese espíritu libre va a permitirle dejar de ser un vasallo para convertirse en un señor independiente que persigue su propia fortuna y su propio destino. En esta primera temporada de la serie intuimos a un Rodrigo que tiene su propio ideario, una opinión del mundo en el que vive, unas ansias de mejorar su situación y elevarse por encima de su condición, de su punto de partida.
LOS MUSULMANES
Los musulmanes son el elemento necesario que debía aparecer en esta serie. Aparecen, y muy bien representados. Se agradece mucho que esos musulmanes hablen en árabe, pues ello nos indica que nos encontramos ante una civilización distinta a la cristiana. Los musulmanes, que serán esenciales para que Rodrigo Díaz llegara a ser lo que fue, son dibujados en la serie con unos perfiles sumamente interesantes. Se nos muestran más avanzados en conocimientos científicos, médicos y técnicos, más adelantados en ese sentido que los cristianos de la época, lo cual es completamente cierto. Se nos muestran con un grado de refinamiento y una higiene superiores a las de los cristianos de aquel tiempo, lo cual es mostrado por algunos cronistas musulmanes contemporáneos, quienes nos presentan a unos cristianos que se caracterizan por su enorme coraje y valor guerrero y un descuido en la higiene personal evidentes.
El al-Ándalus de la segunda mitad del siglo XI estaba dividido en distintos reinos de taifas, producto de un califato Omeya disgregado a partir de la década de los 30 del siglo XI.
Aquí solo se nos muestra una taifa, la de Zaragoza, la única con la que pudo relacionarse Rodrigo Díaz en los primeros años de su vida. Esa taifa zaragozana es aliada y protegida por Fernando I, quien, además de Zaragoza, había conseguido someter a tributo a otras taifas. Protección y no agresión a cambio del cobro de un impuesto anual, parias, en oro andalusí. Este sistema de sometimiento, o modelo de relación con las taifas andalusíes, había sido iniciado por los condes de Barcelona pocos años antes, y sería asumido por un Fernando I en situación de superioridad militar sobre unas taifas islámicas necesitadas de protección y no agresión por parte de unos cristianos militarmente superiores. Sin embargo, esa superioridad militar de los cristianos contrastaba con una supremacía islámica en la ciencia y en la técnica, en la medicina, la matemática, las letras y la astronomía.
Para Rodrigo Díaz resultará esencial ese contacto con un mundo islámico que tiene muchas ideas y aprendizajes que ofrecerle, como, por ejemplo, el astrolabio, que se estaba desarrollando y mejorando en las taifas de Toledo y Zaragoza del momento, que servía, entre otras cosas, para moverse por la noche leyendo posiciones de los astros, y para medir la altura de montañas, pero también de murallas, aplicaciones muy útiles para conducir tropas por la noche y para situar ingenios y catapultas para agrietar y derribar murallas.
Los musulmanes evidencian una incapacidad manifiesta para enfrentarse contra las pesadamente armadas tropas cristianas, por eso necesitan a los cristianos, porque se vive en un mundo mezclado en que los ejércitos son mixtos. En esta primera temporada podemos ver cómo andalusíes y cristianos pueden combatir juntos, pero no completamente integrados e hibridados. Esa hibridación completa se producirá más adelante, y constituirá uno de los mayores logros de Rodrigo el Campeador. En estos primeros capítulos no podemos apreciar ese mestizaje de tradiciones y técnicas bélicas cristianas y andalusíes, pero da la sensación de que la trama nos anuncia un tanto esa posibilidad deseable.
Aquí solo se nos muestra una taifa, la de Zaragoza, la única con la que pudo relacionarse Rodrigo Díaz en los primeros años de su vida. Esa taifa zaragozana es aliada y protegida por Fernando I, quien, además de Zaragoza, había conseguido someter a tributo a otras taifas. Protección y no agresión a cambio del cobro de un impuesto anual, parias, en oro andalusí. Este sistema de sometimiento, o modelo de relación con las taifas andalusíes, había sido iniciado por los condes de Barcelona pocos años antes, y sería asumido por un Fernando I en situación de superioridad militar sobre unas taifas islámicas necesitadas de protección y no agresión por parte de unos cristianos militarmente superiores. Sin embargo, esa superioridad militar de los cristianos contrastaba con una supremacía islámica en la ciencia y en la técnica, en la medicina, la matemática, las letras y la astronomía.
Para Rodrigo Díaz resultará esencial ese contacto con un mundo islámico que tiene muchas ideas y aprendizajes que ofrecerle, como, por ejemplo, el astrolabio, que se estaba desarrollando y mejorando en las taifas de Toledo y Zaragoza del momento, que servía, entre otras cosas, para moverse por la noche leyendo posiciones de los astros, y para medir la altura de montañas, pero también de murallas, aplicaciones muy útiles para conducir tropas por la noche y para situar ingenios y catapultas para agrietar y derribar murallas.
Los musulmanes evidencian una incapacidad manifiesta para enfrentarse contra las pesadamente armadas tropas cristianas, por eso necesitan a los cristianos, porque se vive en un mundo mezclado en que los ejércitos son mixtos. En esta primera temporada podemos ver cómo andalusíes y cristianos pueden combatir juntos, pero no completamente integrados e hibridados. Esa hibridación completa se producirá más adelante, y constituirá uno de los mayores logros de Rodrigo el Campeador. En estos primeros capítulos no podemos apreciar ese mestizaje de tradiciones y técnicas bélicas cristianas y andalusíes, pero da la sensación de que la trama nos anuncia un tanto esa posibilidad deseable.
OTROS PERSONAJES
Cierran el elenco de personajes principales una joven Jimena, que actúa como dama acompañante de Urraca, y alguna doncella. Jimena es prefigurada como un personaje que puede tener mucha importancia en tramas posteriores, mostrando un temperamento y carácter como los que debió tener una Jimena histórica en momentos difíciles, situaciones que no son manifiestas en estos capítulos.
También aparecen los amigos y compañeros de Rodrigo, jóvenes como él que se entrenan y que aspiran a convertirse en caballeros algún día. Esos compañeros nos ayudan a entender las relaciones de camaradería y compañerismo que establecería Rodrigo con otros jóvenes, aglutinando en torno a si un grupo de fieles que le acompañarían en adelante, y que formarían más adelante una cadena de mando militar y un grupo de consejeros necesario a la hora de tomar decisiones importantes.
También aparecen los amigos y compañeros de Rodrigo, jóvenes como él que se entrenan y que aspiran a convertirse en caballeros algún día. Esos compañeros nos ayudan a entender las relaciones de camaradería y compañerismo que establecería Rodrigo con otros jóvenes, aglutinando en torno a si un grupo de fieles que le acompañarían en adelante, y que formarían más adelante una cadena de mando militar y un grupo de consejeros necesario a la hora de tomar decisiones importantes.
AMBIENTACIÓN
Aparecen castillos, especialmente en las escenas de entrenamientos militares, y también iglesias, donde se celebran ceremoniales litúrgicos, salas donde se desarrollan juicios y pleitos, así como actos cortesanos solemnes.
El mundo en el que se inició y evolucionó Rodrigo Díaz estuvo marcado por la guerra y por la caballería.
La caballería existía como función, pero no había alcanzado aún la consistencia ideológica de la que se iría dotando durante los dos siglos siguientes. Los caballeros eran en estos momentos, como posteriormente, la punta de lanza de las huestes, el elemento combativo más profesionalizado y determinante. Los caballeros eran quienes disponían de un armamento ofensivo y defensivo más completo y complejo, aquellos que o bien eran nobles o bien próximos a ese grupo aristocrático privilegiado. El ascenso social era tremendamente complicado en tiempos de Rodrigo Díaz, un caballero que, por ejemplo, nunca fue elevado a la dignidad de conde, una distinción solo accesible a un puñado de elegidos que tenían ancestros pertenecientes a la alta nobleza del reino. Caballero en estos tiempos era considerado quien tenía capacidad suficiente para disponer de un caballo y unas armas determinadas, espada y lanza fundamentalmente. En la aristocracia era costumbre legar a los herederos la panoplia, el armamento, y esto es algo que la serie refleja fielmente. Además de un caballo y unas armas era esencial un entrenamiento en las destrezas del combate ecuestre, y eso requería tiempo. Los verdaderos caballeros, no los caballeros villanos o los llamados pardos, necesitaban no dedicarse a otra cosa que no fuera el entrenamiento o la guerra. Para ello precisaban disponer de unos ingresos que podían reportarles sus tierras, en forma de rentas, o del patrocinio de un gran señor que invirtiera en su formación y equipamiento.
La caballería existía como función, pero no había alcanzado aún la consistencia ideológica de la que se iría dotando durante los dos siglos siguientes. Los caballeros eran en estos momentos, como posteriormente, la punta de lanza de las huestes, el elemento combativo más profesionalizado y determinante. Los caballeros eran quienes disponían de un armamento ofensivo y defensivo más completo y complejo, aquellos que o bien eran nobles o bien próximos a ese grupo aristocrático privilegiado. El ascenso social era tremendamente complicado en tiempos de Rodrigo Díaz, un caballero que, por ejemplo, nunca fue elevado a la dignidad de conde, una distinción solo accesible a un puñado de elegidos que tenían ancestros pertenecientes a la alta nobleza del reino. Caballero en estos tiempos era considerado quien tenía capacidad suficiente para disponer de un caballo y unas armas determinadas, espada y lanza fundamentalmente. En la aristocracia era costumbre legar a los herederos la panoplia, el armamento, y esto es algo que la serie refleja fielmente. Además de un caballo y unas armas era esencial un entrenamiento en las destrezas del combate ecuestre, y eso requería tiempo. Los verdaderos caballeros, no los caballeros villanos o los llamados pardos, necesitaban no dedicarse a otra cosa que no fuera el entrenamiento o la guerra. Para ello precisaban disponer de unos ingresos que podían reportarles sus tierras, en forma de rentas, o del patrocinio de un gran señor que invirtiera en su formación y equipamiento.
Los caballeros necesitaban entrenarse para la guerra, pues eran el único componente profesional de unas huestes no profesionales. En la Edad Media no había ejércitos profesionales y permanentes, lo mas parecido a eso eran las mesnadas nobiliarias, compuestas por unos cuantos caballeros, y la tropa organizada por Rodrigo Díaz años más tarde, ya convertido en un señor de la guerra que hizo de su ejército permanente, de cristianos y musulmanes, su razón de ser. Ese entrenamiento podía desarrollarse de varias maneras. Equitación, manejo de armas, caza y ejercicios como el estafermo y el bofordo. El estafermo consistía en un muñeco giratorio con dos brazos, uno empuñando una maza, otro asiendo un escudo. El caballero debía golpear, lanza en ristre y a caballo, el escudo del monigote giratorio, mostrando la rapidez y destreza suficiente para no ser golpeado en la espalda y derribado de su montura cuando el muñeco girara bruscamente al recibir el impacto de la lanza en el escudo. Ese entrenamiento, conocido en época medieval, no sabemos si en el contexto en el que vivió el Cid, puede verse en la serie.
Un caballero debía también entrenarse simulando con otros guerreros el combate, propinándose golpes mutuos para aprender sobre fortalezas y debilidades en el uso de las armas, asimilando sobre la capacidad de las armaduras para absorber golpes y proteger la carne propia y vulnerar la del adversario. El entrenamiento cara a cara, cuerpo a cuerpo, con armas de madera o embotadas, sería una actividad practicada, como muestra la serie.
Existirían, además, otro tipo de alardes, de competiciones y juegos, tal vez no las justas que se nos muestran, que tardarían años en llegar y generalizarse. La justa evolucionó desde el torneo, siendo el torneo un combate entre dos ejércitos o equipos desarrollado en un terreno acotado, y la justa la lucha individual de dos caballeros que se enfrentan uno a otro en una liza. La justa alcanzaría sus más altas cotas de desarrollo durante el siglo XIII, constituyendo acontecimientos espectaculares, todo un display de las grandezas de la clase caballeresca aristocrática, con graderíos ocupados por lo más granado de la sociedad, con heraldos que anunciaban a los campeones y sus hazañas, con estandartes coloridos, pompa y boato, formando todo el conjunto una explosión de la cultura caballeresca pleno y bajomedieval. Es difícil concebir esos espectáculos caballerescos en tiempos del Cid, y aun así los creadores de la serie han osado recrear unos ceremoniales que nos llevan a tiempos posteriores.
Un caballero debía también entrenarse simulando con otros guerreros el combate, propinándose golpes mutuos para aprender sobre fortalezas y debilidades en el uso de las armas, asimilando sobre la capacidad de las armaduras para absorber golpes y proteger la carne propia y vulnerar la del adversario. El entrenamiento cara a cara, cuerpo a cuerpo, con armas de madera o embotadas, sería una actividad practicada, como muestra la serie.
Existirían, además, otro tipo de alardes, de competiciones y juegos, tal vez no las justas que se nos muestran, que tardarían años en llegar y generalizarse. La justa evolucionó desde el torneo, siendo el torneo un combate entre dos ejércitos o equipos desarrollado en un terreno acotado, y la justa la lucha individual de dos caballeros que se enfrentan uno a otro en una liza. La justa alcanzaría sus más altas cotas de desarrollo durante el siglo XIII, constituyendo acontecimientos espectaculares, todo un display de las grandezas de la clase caballeresca aristocrática, con graderíos ocupados por lo más granado de la sociedad, con heraldos que anunciaban a los campeones y sus hazañas, con estandartes coloridos, pompa y boato, formando todo el conjunto una explosión de la cultura caballeresca pleno y bajomedieval. Es difícil concebir esos espectáculos caballerescos en tiempos del Cid, y aun así los creadores de la serie han osado recrear unos ceremoniales que nos llevan a tiempos posteriores.
VOCABULARIO
Os presentamos una serie de palabras fundamentales para el conocimiento de la Edad Media.
Debéis buscar, su significado en el diccionario y copiarlo en el cuaderno.
Las palabras que debéis buscar son:
Debéis buscar, su significado en el diccionario y copiarlo en el cuaderno.
Las palabras que debéis buscar son:
- Feudalismo, feudo, vasallaje, estamento y gremio
- Órdenes religiosas: franciscanos, dominicos, herejes, Cluny, Císter
- Teocentrismo, cruzadas
- Arte románico, arte gótico
- Amor cortés, trovadores y juglares